
En esta entrega Lobezno está totalmente encerrado en sí mismo y cautivo de sus propios demonios, pero su destino está en Oriente donde un viejo amigo al que salvó la vida en el pasado quiere devolverle el favor, algo que Logan en el fondo siempre ha deseado: la mortalidad.
Hugh Jackman vuelve a enfundarse las garras de adamantium para ponerle todo su carácter y personalidad a este mutante que tiene bastante que contar. El director James Mangold ha querido situar la historia tras la tercera entrega de X-Men, donde Lobezno ha decidido aislarse de la humanidad con el fantasma de Jean Grey negándose a abandonarle. Hay que decir que Jackman se adueña de la pantalla siempre que aparece y que es un perfecto calco al personaje del cómic; ha recuperado la esencia que tenía olvidada y mal representada en X-Men 3 y X-Men Orígenes Lobezno. Las dos últimas películas dejaron en mal lugar al personaje que lo ensalzó tanto y que nos enamoró en las dos primeras entregas de X-Men. Hago mención en que es un alivio poder ver una película "modesta" ya que solo se centra en uno, después de tantas entregas con tantas numerosas reuniones de Marvel; así, en esta ocasión, tiene más tiempo y posibilidades de representar con cierta elegancia las torturas que sufre Logan y que van evolucionando hasta convertirle en el héroe que de verdad es. Los efectos especiales son impresionantes (especialmente el del tren) al igual que las peleas cuerpo a cuerpo a golpe de katana.
En definitiva, retoman la personalidad de Logan que conocimos hace 13 años y que cada vez tenemos más datos para conocerle en todas sus buenas y malas aptitudes.
PS: no hay que perderse la escena post-créditos, aclara muchas cosas y deja un final bastante abierto.
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