
Matthew Vaughn vuelve a ponerse a los mandos de lo que se ha convertido en su género fetiche, y cómo todo fetiche debe tener un representante de peso. Ese es Taron Egerton. Este joven promesa rebelde y con gancho ya no es el ingenuo aprendiz intentando encajar en un mundo que le venía algo grande. Ahora es es el mundo el que encaja en él y ya no es proyecto "My Fair Lady" sino el perfecto Rey Arturo. Colin Firth, traído de entre los muertos con un spoiler adelantado, vuelve, con la necesidad de una puesta a punto, pero sin perder su impecable estilo inglés. Y aun estando en horas bajas al rey no le pueden faltar consejeros y Mark Strong continua estando al aparato, dando el do de pecho con "Take me home, country roads", uno de los mejores y peores momentos del filme.
Y claro, si hay Kingsman hay Statesman. Algo más descontrolados y con no tan rígidos modales Channing Tatum, Pedro Pascal y Halle Berry son sus primos al otro lado del charco, con el extravagante Jeff Bridges al mando. Un héroe de acción, un rebelde sin control y una guía al otro lado del pinganillo. ¿No os suenan familiar?
Pero no podemos olvidar al villano. Hemos dejado atrás el inolvidable ceceo de Samuel L. Jackson y disponemos en su lugar a la alocada Julianne Moore que vive en su propio mundo de yupi con una onda cincuentera. Aunque como siempre, con una constante obsesión de dominar el mundo. Persecuciones entre brit taxis y SUV, increíbles peleas coreografiadas, imprescindibles artilugios y Elton John cubierto de plumas multicolor, botas plateadas y sus inconfundibles gafas haciendo comedia de lo mejor de la película, él mismo.
Gamberra, irreverente, desvergonzada pero siempre con una impecable clase, en fin, lo que viene a ser un agente Kingsman.
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